(3 poemas + addenda
del libro de Jasón)
Los
cuerpos precipitan a la brasa del bosque
Los aún
vivos cuerpos trizan sus balbuceos al volverse pavesas
Y caer
al silencio y desesperadas oraciones. Precipitarse
al mudo
de lo sagrado, a la llanura de lo zoológico.
Al sueño
del deseo invisible…
¿Y tú,
cuerpo mío, que supiste de la pertenencia y la Gravedad?
Y el sexo
– ¡dioses! ¿dónde está su ironía?!- su asfixia asesinada y plena
que experimenta
calma
y fuga
-por fin- y desencuentro… en la humedad del bosque y
ocultaciones
de certidumbre en el pavor del goce. Frondas de las multitudes
-urgidas-
a la pérdida y a mirarse en el pánico.
(Terror
de los que hubieron amado)
Estas
inquisiciones tan inútiles como el amor (son) la sombra (son) los pulidos
espejos de la resurrección (son eso). Y
lluvia que somete lo devorado. Preguntas
a lo
acontecido, lo no recuperable, lo desierto…lo sagrado.
Y al
metal execrable con que los sacerdotes cortan muslos del agua.
Allí
donde la herida… donde besó el misterio.
Los
cuerpos -sonora música- abren ojos abiertos
a un
mesías exangüe y a tu voz cuando gimes
de
extrema fragilidad y grave ligereza de
placer soterrado…
¡Ateridos
amantes despiertan en los espacios donde nadie responde ¡
Están lloviendo peces
1.
¿En sueños, te parece? Lenta lluvia de peces…
De
ungidos peces rotos por la Voz que traiciona.
Que
a los mares esfuma, allí donde el suicidio devora cada ola…y
el
aire se concluye en esa quietud hueca…perforación sin sombra
Donde
pare la muerte.
Sombra
Mayor, deslumbre de la mañana inútil.
2.
Teme el pez a sí mismo, a su sombra tan ágil, mientras ya precipita
hacia
todo vacío su leve cuerpo de violada doncella y transparencia helada.
Huye.
Resta
estela de vacío en su rápida traza. Pero
no viene nadie a habitar su abandono.
Pero
no, nada, nadie, se apropia de su espacio. Y de su vida que fungió luz y agua
en
el alba olvidada. Queda niebla y el eco
y
la melancolía donde fracasa el ángel impotente ante el hecho.
Resta
vacío…papeles enmudecidos de sin textos por la tinta sin rumbo…
Signos
infames del sinsentido. De Todo lo
arrojado y derrocado y diferido
hasta
el año ya herido, torpes peces borrados, detritus sin la letra y
en
el morir de lo pacificado.
El mapa más fiel del
territorio
Mutilado
el deseo, se desordena el mundo.
Y
preguntan los árboles falacias inverosímiles a las hormigas y los ángeles
que
vienen a comer su luz humana:
¿Tienen
los asesinos certidumbres? ¿Las tienen los dueños de la nada?
El
eclipse del cielo y de la carne ya ha ocurrido, entonces. Es rutina de
infancia.
Matar
y Poseer tienta a los tallos de la desolación; les habla quedo
como
su dulce madre en la cálida noche. Dicen los verbos su pálido relato
de
lo sido y será. Letra infinita.
(Sólo
el desnudo de lo ya deshecho, mojado en la esperanza y en la fuga,
puede
entrar en el bosque donde el vacío reina)
Libro
de Jasón
[fragmento séptimo]
Cuando consigue la máxima
apertura (sin piedad) de pupilas, al
occidente
otea, husmea, perro del
agua sucia, abandono de la carne, perdido dibujo de los sueños
y procura el silencio
banal, la no palabra del olvido, la
música del árbol mutilado
se asegura -con afilado
cuchillo abriendo los planos de ese goce- del fluir
del naufragio, todo
extravío, la música del árbol que lo aturde.
Y silencio del tiempo ya
castrado.
Y se sumerge.
Y traga el agua que le
niega oxígeno…como toda tu sombra que se iza del lecho.
[fragmento sexagésimo primero ]
Bajando a lo profundo
donde lo humano es alga es onda fugaz es gota a gota…
ve alejarse su nave hacia
un puerto de miedo.
Donde Argos encalla y
acepta su destino. Y piensa la madera: he perdido las velas, mi carenado es
cáncer y él se ha sumergido
en el tiempo exacto de
morir.
Quiero ser lodo…un pecio
apenas, una mancha de óxido en el dolor del agua.
Sobre todas las costas se
han cariado los sueños. La ceniza
enamora paladar de
guerreros y la ira de muertos…
y finge neblinas al oro
inefable del azar y certeza de los eternos reyes.
Nadie habrá de comer ni
habrá la espera del sosiego o
del desasosiego. La
mañana no hace coito con la tarde roja.
Chisporrotean las
ciudades como una nube de insectos inconcientes…
El lienzo de la nube y la
luna se pudren….resbalan sobre un río negro
que atraviesa las agujas
del mar. La tormenta es lo seco. Lo absoluto
tiempo.
Veo abrirse el paño de
las genealogías.
He llegado a la precisa
fuente. A la pregunta de infinitos dedos sucios
Que teje cada nudo. Y
teje el ya postrero.
©carlosmamonde-
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